“Reivindicar la belleza es un acto revolucionario”.
En un mundo pasado de vuelta, Gema sueña con construir barcos.
Al otro lado de la línea, la voz de Nono Granero (Úbeda, 1968) suena cercana y jovial. No es de extrañar que, además de ilustrador, con el paso de los años se haya convertido en un curtido narrador oral. Aunque se formó en Bellas Artes, muy pronto encontró la forma de hermanar la narrativa y la plástica a través de la literatura para el público infantil y adulto. Algunos de sus libros han sido incluidos en las prestigiosas listas de The White Ravens (Alemania) y la Fundación Cuatrogatos (Estados Unidos). Bajo el sello de Diego Pun Ediciones, su último lanzamiento cuenta la historia de Gema, una niña de un pueblo del interior con un sueño: construir embarcaciones capaces de surcar los mares. La hacedora de barcos es un libro álbum para toda la familia que invita a creer en uno mismo y a poner a prueba la fuerza de la pasión.
“¿Cómo encontrar tu lugar en el mundo sin renunciar a lo que verdaderamente eres?”. La sinopsis es concisa, pero contundente.
“Muchas veces, el entorno en el que nacemos, en el que crecemos y nos desarrollamos parece ir en un sentido único. Esto es lo que le sucede a la protagonista. Ella, sin embargo, posee un impulso interior que no desea reconducir. Quizás no tenga demasiado sentido para el resto, pero a ella le sirve. El núcleo del libro consiste en esa oposición entre la dirección que impone el ambiente y la que toma una persona. Gema no renuncia a su hogar, sino que aprende a compatibilizar, a encontrar un equilibrio entre sus responsabilidades y lo que el cuerpo le pide”.
El libro está dotado de un aspecto artesanal que se refuerza desde las guardas.
“El hacer siempre está conectado con las manos, con lo artesano, también con fabricar. Era crucial reflejar esto en la estética del libro. En vez de escoger cualquier otra técnica, me decanté por el lápiz. Es la primera herramienta de la que disponemos. Todo empieza con un lápiz: el primer garabato, la primera idea, la primera anotación”.
Algunas imágenes parecen una postal. ¿Es un bucolismo deliberado?
“La hacedora encuentra placer en lo que hace porque le resulta necesario, pero también bonito. Ella siente esa fascinación porque desde el primer momento le entra por los ojos, le parece sublime, algo que la sobrepasa. Es por eso que quiere comprenderlo y empieza a prepararse. Tal vez en un mundo que parece apostar por lo feo, que está de vuelta de todo, reivindicar la belleza sea un acto revolucionario. Quería trasladar el cuidado y el cariño que Gema plasma en sus barcos”.
La historia cuenta el nacimiento de una pasión. ¿Cómo nació la suya?
“Cuando narro una historia, es muy fácil decir ‘un día ocurrió tal cosa’. Pero en la vida real, no es tan sencillo. Es una suma de elementos que, poco a poco, van apareciendo y tomando forma. Supongo que surgió jugando con lápices y plastilina. Me alucinaban las cosas que salían de la nada a partir de elementos que no estaban connotados ni definidos previamente. He mantenido la capacidad de sorprenderme. Ese es mi oficio”.
¿Qué vino primero, la ilustración o la literatura?
“Lo he llevado a la par. Cuando era estudiante, tenía unos recursos muy modestos, pero me encantaban los libros. Siempre compraba de dos tipos: libros de arte y cuentos. Me interesaban los cuentos de todo tipo, la mitología, la cultura popular… Aunque estudié pintura, he llevado ambos intereres en paralelo. Las palabras y las ilustraciones son dos medios para contar historias. Para mí, la unión de ambas disciplinas es natural”.
¿Cómo leer un álbum?
“Antonio Rodríguez Almodóvar habla con frecuencia de la tertulia campesina. Al terminar la faena, toda la familia se reúne para escuchar historias que alguno de los miembros cuenta. Cada uno las entendía según su razón y su edad. Siempre me ha gustado este modo original de narrar. No hago literatura infantil, sino familiar. Conozco pocas cosas más bonitas que una familia entera compartiendo una misma historia. El pequeño le ofrece al adulto su capacidad de aceptación de lo inverosímil y, en cambio, el adulto le puede brindar reflexiones de todo tipo a los más pequeños. Ciertos temas se incorporan de forma natural a la trama porque ya están en el aire y luego pueden ser comprendidos según las distintas capas de lectura”.
¿De dónde viene la relación con Diego Pun?
“Ya conocía la editorial a través de amigos en común, como Oswaldo Felipe. También habíamos coincido en algún evento. Pero cuando pude entablar una relación fue a raíz de una presentación al alimón con Paula Carballeira, que acababa de publicar con Diego Pun. Allí hablé por primera vez con el editor Cayetano Cordovés y, a partir de entonces, estudiamos la posibilidad de encajar un proyecto”.
Uno de los subtextos es que, muchas veces, son otros quienes ven los frutos de nuestro proyecto vital.
“La protagonista no tiene la pretensión de dejar ningún legado, solo quiere ser fiel a ella misma. Pero a veces pasa que algunas personas acaban brindando muchísimo más de lo que ellas creen, ya sea por su actitud ejemplar o por aquello que han luchado. Eso que en principio no va a ir a ningún lado, de pronto puede ser importante incluso durante varias generaciones. Si repasamos autores o artistas, comprobamos que a menudo no fueron especialmente relevantes en vida, como le sucedió a Franz Kafka o a Vincent Van Gogh, aunque cobraron una importancia crucial después. Lo que ocurre con Gema es que irradia la pasión de su proyecto personal”.
¿Cómo le gustaría que fuera leído este álbum?
“Es un libro que está pensado para que cada uno le busque su propia interpretación. Como Gema, no tengo pretensión alguna. Me interesa que la historia quede abierta para que cada uno siga su camino. Dado que es un libro álbum, me gusta la idea de una lectura compartida en grupos reducidos. El texto se puede leer despacio, en voz alta, mientras se aprecian los detalles de los dibujos”.
¿Cómo se le ocurrió la poderosa imagen de unos barcos navegando el campo?
“Son ideas sueltas que de pronto encajan. Quería que la protagonista hiciera algo a contramano y, cuando di con esta imagen, quedé prendado. Lo curioso es que hace algo más de un año, cuando ya había terminado incluso de ilustrar el libro, fui a contar cuentos a un pueblo del Parque natural de Cazorla, Segura y las Villas, un lugar recóndito de difícil acceso. Para mi sorpresa, las paredes del lugar estaban llenas de sencillos barcos pintados. ¡No lo podía creer! Resulta que, hace tiempo, en las fiestas del lugar, una orquesta entonó la canción ‘A ver los barcos venir’, de Carlos Cano y desde entonces se ha convertido en una especie de himno que es obligatorio interpretar en esas fechas, sea cual sea la orquesta que contraten. Era increíble ver aquella decoración marítima en medio de la montaña. Si lo hubiera conocido antes, la premisa de La hacedora de barcos no me hubiera parecido tan loca…”.
Entrevista de Ricardo Marrero Gil