«Las amas, dentro del patriarcado, con su sola existencia representaban una afrenta para el sistema».
Mónica Rodríguez nació en Oviedo y se estableció en Madrid en los años 90. Licenciada en Ciencias Físicas y especializada en Energía Nuclear, trabajó como investigadora en el Ciemat hasta 2009, año en que decidió dedicarse por completo a su familia y a su auténtica pasión: la literatura. Con veinte años de trayectoria, su carrera como escritora ha estado muy enfocado a la literatura infantil y juvenil. En este terreno ha obtenido una larga lista de reconocimientos y honores, entre los que destacan el Premio Anaya, el galardón de la Fundación Cuatrogatos, el Gran Angular, el Cervantes Chico y recientemente el premio SM El Barco de Vapor. Su último lanzamiento es Umiko, una novela ilustrada por Daniel Piqueras Fisk y editada por Diego Pun Ediciones. El libro trata sobre una joven adolescente que, mientras conoce su primer amor y aprende la historia de sus antepasadas, se inicia en el oficio tradicional de las amas, las mujeres buceadoras japonesas.
Además de haber sido incluido en la lista White Ravens 2024, este libro ha sido galardonado recientemente con el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil 2024 y, en 2023, con el Premio en la categoría de juvenil de los Mejores Libros para Niños y Jóvenes del Banco de Libro de Venezuela. También este año ha sido recomendado por la Fundación Cuatrogatos.
El ilustrador Daniel Piqueras Fisk fue quien le propuso esta idea. ¿Cuál fue su primera impresión?
“Dani me había comentado que tenía ganas de trabajar conmigo y yo estaba encantada, porque me fascinan sus dibujos. Pero claro, yo no tenía ni idea de las amas, esta tradición milenaria de buceadoras japonesas, así que le pedí un tiempo. Una vez me hube familiarizado con el tema, me entusiasmé con el proyecto. Me atraía ese mundo oceánico habitado únicamente por mujeres y el hecho de que ya casi no quedan amas, las jóvenes no están dispuestas a dedicarse a ello y las que se mantienen son muy mayores”.
Y a partir de ahí, ¿cómo se fragua?
“Al principio le dije que yo iba a escribir algo extenso, porque el tema lo requería. Y le propuse que todo lo que pasara fuera del agua estuviera descrito en el texto y lo que ocurriera dentro, en las imágenes. Trabajamos así un tiempo, pero nos dimos cuenta de que no congeniaba del todo. Por eso terminamos optando por este formato de novela ilustrada, en la que se combina el texto con numerosas escenas de cómic”.
Tengo entendido que conocieron a los editores de Diego Pun en la Feria de Miami.
“No nos conocíamos previamente. Fuimos como invitados por la Fundación Cuatrogatos. Allí hojeé su trabajo y les seguí la pista. Cuando Daniel [Piqueras] y yo empezamos a tantear editoriales, con el proyecto bastante avanzado, pensé en Diego Pun Ediciones. Por azares del destino, antes de contactarles recibí un mensaje de Cayetano Cordovés, uno de los directores de la editorial, en el que me preguntaba si tenía algún texto encaminado. Afortunadamente, así era. Fue una cosa muy mágica. Dani y yo nos pusimos muy contentos, porque nos metimos de lleno en esta obra y tenemos muy buenas sensaciones con ella”.
¿Cómo fue el proceso de documentación?
“Para poder abordar la historia, debí documentarme mucho. Era un reto aprender a captar correctamente el mundo japonés, con su mentalidad particular, sus paisajes y sus costumbres. En total, me leí unos veinte libros. Entre ellos, mucha literatura japonesa. Creo que la literatura permite experimentar la realidad personal de quienes viven en un contexto tan diferente. La literatura nos permite sacar nuestra oscuridad y ver la luz que todos llevamos dentro y que nos ayuda a entender mejor al otro. Leí libros clásicos, actuales, juveniles… También ensayos. Me maravilló El elogio de la sombra, de Tanizaki. La poesía japonesa, en especial aquella relacionada con el mar, fue muy útil para dar con el tono. Por otro lado, me empapé de documentales y películas japonesas en versión original para comprender el modo de expresarse y relacionarse entre ellos. Y, aunque me costó mucho dar con ella, llegué a ver una serie que se está emitiendo ahora en Japón sobre una joven ama”.
¿Los nombres provienen de ahí?
“Muchos de ellos, sí. Mi libro de cabecera, el que más subrayé, fue El rumor del oleaje de Mishima porque trata de una isla de amas y pescadores. También fueron fundamentales las obras que abordaban el Japón de la Segunda Guerra Mundial, momento en el que se ambienta una parte de la historia. Para otros nombres, monté un casting de personajes, como dice un amigo. Me aseguré de rebuscar en internet y seleccioné aquellos con un significado especial. Umiko, por ejemplo, significa la niña del mar”.
Ahora que hablamos del rigor documental, me parece justo preguntar por Yoshi Hioki.
“El trabajo de Yoshi ha sido fundamental. Él nos ayudó a dar ese toque final y que el libro esté tan conseguido. Se leyó el libro, ilustraciones incluidas, a conciencia. Luego nos trasladó sus dudas o aquellas cosas que no le cuadraban. Por ejemplo, si en un momento dado aparecía un almendro, él nos explicaba que en Japón no abundaban, que era más apropiado un cerezo. Yo creo que, más allá de la documentación exhaustiva, hay que agradecerle a Yoshi el aliento japonés que desprende el libro. No queríamos en absoluto hacer un libro sobre Japón desde una mirada occidental”.
¿Qué imágenes le atraparon más de las que descubrió en esa larga investigación?
“Me llamaron mucho la atención unas fotografías que se conservan de las amas en los años 20. Yo trabajo mucho de manera visual, así que constantemente me ponía fotos de las amas, de cuadros japoneses. Incluso fui a ver una exposición en Madrid de pintura japonesa. Me hipnotizaba la luz y la sombra de los fondos marinos. Me gusta el resultado final porque no se puede entender el texto sin la imagen y la imagen sin el texto. Además, con cada relectura te das cuenta de más y más detalles”.
¿Ha visitado Japón?
“Aún no, pero está en la lista de mis viajes imprescindibles. Ahora tengo muchas más ganas porque después de hacer esta inmersión en lo japonés, siento que ese país es parte de mí”.
¿Cuál es su relación con el mar?
“El mar me fascina y me aterra al mismo tiempo. Me siento muy pequeña, muy poca cosa. Ahí te das cuenta del poder de la naturaleza, te invade una sensación sobrecogedora. Eso me ha permitido vivir más intensamente toda la mitología relacionada con el mar y que se refleja en el libro”.
“No hay tiempo, no hay ayer ni mañana. Todo es ahora, aquí, mar”. ¿Cuándo fue la última vez que tuvo esa sensación?
“Me siento así cuando estoy en la naturaleza. No solo en el mar, también en el bosque. De pronto, sientes que estás conectado con todo y que todo es ahora. No he experimentado una conexión así de fuerte muy a menudo, pero cuando pasa es increíble sentir que formas parte de ese absoluto”.
¿Esa percepción influyó en la elección de los tiempos verbales?
“Sí, completamente. Para tratar de generar esa atmósfera del aquí y el ahora, decidí que todos los pasajes bajo el agua estarían escritos en presente y el resto del relato, en pasado”.
Umiko quiere saber quién es. ¿Puedo preguntar quién es Mónica Rodríguez?
“Soy una mujer normal y corriente a la que le gusta escribir y leer. Y a la que le gusta indagar con el lenguaje sobre la realidad y lo que somos. Me encanta vivir, la verdad. Poco más”.
La protagonista es una adolescente que al principio se niega a aceptar su destino. ¿Usted también lo fue?
“Creo que todos, a nuestro modo, somos contradictorios. Sobre todo cuando somos adolescentes y estamos tratando de averiguar quiénes somos. Umiko está viviendo un momento en el que no quiere destacar, pero al mismo tiempo desea ser única”.
Lo pregunto porque usted estudió algo que no tiene nada que ver con la literatura.
“En realidad, nunca di un salto repentino. Fue un proceso lento. Mientras trabajaba en el centro de investigación, escribía para mí misma. Empecé con poesía y luego me pasé al relato. Por el camino, tuve la suerte de conocer a Gonzalo Moure, uno de los grandes de la literatura infantil y juvenil, que me animó a tomar en serio esto de la escritura. Aunque aún había mucho que pulir, ya apuntaba maneras. Cuando vendimos la casa familiar, en lugar de usar el dinero para cualquier otra cosa, decidí darme un tiempo para mí e invertirlo en pulir mi faceta literaria, leyendo y escribiendo. El plan era dos años volcada en la literatura, pero ya llevo trece. Estoy muy feliz y orgullosa de mis cinco horas de escritura y dos de lectura diarias”.
El texto está cargado de una sensibilidad poética deslumbrante, diálogos incluidos. ¿De dónde saca la inspiración?
“Confesaré algo que igual te sorprende. Hay diálogos que reescribí a partir de un documental sobre las amas. Sin ir más lejos, ese que dice ‘Cada día, en el agua, aprendía quién era yo’. Quedé tan fascinada que no se me ocurrió mejor forma para plasmar su sabiduría que extrayendo algunas de sus palabras, las que más me marcaban y apuntaba en mi cuaderno”.
En el libro hay una clara crítica a la visión patriarcal de la sociedad.
“A lo largo del extenso proceso de documentación, me di cuenta de que la sociedad japonesa es mucho más machista que la española. Eso tenía que estar presente en el libro. Las amas, dentro del patriarcado, con su sola existencia representaban una afrenta para el sistema”.
¿Qué bordaría en su pañuelo si fuera un ama?
“Déjame pensarlo… ¡Un trébol de cuatro hojas! La primera vez que encontré uno, gané un premio literario. Desde entonces, me he encontrado muchísimos. Soy consciente de que soy muy afortunada y estoy muy agradecida por ello”.
Entrevista realizada por Ricardo Marrero Gil