‘¡Estamos jodidos!’, viñetas para reflexionar desde el humor.
El dibujante palmero firma un libro que mezcla sátira y crítica social.

Gustavo Mederos (La Palma, 1973) no ha tenido una vida fácil. En el colegio, no se le daban bien los estudios y sufría acoso escolar. Entre tantas horas de aburrimiento y aislamiento, descubrió un pasatiempo que pronto se convirtió en pasión: garabatear personajes y dibujar historietas. Tras décadas de depresión, con nada menos que 43 años fue diagnosticado con una discapacidad intelectual y del desarrollo. Desde entonces, decidió tomar las riendas de su vida y abrirse paso en la escena canaria del humorismo gráfico. Además de colaborar en El Time con sus tiras cómicas, es miembro de la Asociación de Viñetistas y Caricaturistas de Canarias, que lo ha llevado a mostrar sus obras en exposiciones internacionales. Ahora la editorial Diego Pun le ha brindado la oportunidad de publicar su primer proyecto personal, una colección de viñetas que, bajo el elocuente título de ¡Estamos jodidos!, reflexiona sobre problemas cotidianos del siglo XXI a través de la sátira y la crítica social.


¿Cómo conoció al director editorial de Diego Pun?
“Conocí a Cayetano Cordovés, el editor de Diego Pun Ediciones, en el Festival Cuentos Breña Alta, en La Palma, del cual él es el director. Me propuso una actividad en la que la narradora cubana Coralia Rodríguez contaba una historia mientras yo iba recogiendo sus palabras a través del dibujo. Después mantuvimos el contacto por otro proyecto del Ayuntamiento de Breña Alta, pero desde entonces Cayetano se mostró interesado por mi trabajo y me planteó su ilusión por publicar algo mío.”


¿Por qué empezó a dibujar?
“Sufrí acoso escolar. En el colegio se metían conmigo. Por eso aprendí a refugiarme en los cómics. Como no sabía leer muy bien, disfrutaba viendo los dibujos y fijándome en los detalles. Me gustaban los Mortadelos, los Tintines, los Astérix… Cuando me daban algo de dinero me lo gastaba en tebeos. Los más caros los pedía para Reyes, pero nunca me llegaron. Esos me los tuve que comprar de mayor. A veces también iba a la biblioteca del pueblo, estaban muy manoseados, pero podía leer aquellos para los que no alcanzaban las pesetas”.


¿Y cómo aprendió?
“Solo fijándome, por repetición. Nunca he ido a clases. Fui a la Escuela de Artes y Oficios, pero me pilló en una mala época y lo dejé. No me gustaba estudiar. Pero prestaba atención a las formas de los personajes, a los tebeos de Mortadelo o de Sacarino. Al copiarlo muchas veces, vas aprendiendo a modelar las figuras, a elaborar un fondo… Ya luego con los años desarrollé mi propio estilo, conocí a otros dibujantes y he seguido mejorando paso a paso”.


¿Se imaginaba entonces que llegaría a ser un profesional del sector?
“Qué va. A mí nunca se me pasó por la cabeza. Yo hacía cómics porque me gustaba. Muchas veces les hacía una portada de cartulina y los grapaba. Luego los regalaba por ahí. Así desde los 7 años. Además, siendo de una isla es difícil llegar a dedicarte al mundo del arte. Esto es muy pequeño. Ahora, gracias a internet, están los periódicos digitales y es más fácil darte a conocer. Por ejemplo, la asociación canaria de caricaturistas Se Nos Fue El Baifo dio conmigo a través de Instagram y me han ayudado muchísimo”.


Su vida dio un vuelco en la mediana edad…
“Sí. A los 43 años me diagnosticaron Asperger con discapacidad intelectual y del desarrollo. Entonces entré en la asociación Plena Inclusión y, como vieron que me gustaba dibujar, me ayudaron a abrirme un camino por ahí. No estaba seguro de si podía dedicarme a esto, pero empecé a ir a cursos, a ferias… También he hecho bastante de visual thinking. Yo estoy medio que no me lo creo. He estado toda la vida dibujando, pero esto de darme a conocer me cogió tarde”.


¿Cómo le cambió ese diagnóstico tardío?
“Mi rutina es un poco la misma. Mi día a día no ha cambiado tanto. Sigo dibujando, haciendo lo de siempre. Pero me ha ayudado a aceptarme como soy, a asumir que soy diferente. Antes se metían conmigo por mis gustos. Me atraen los sombreros, el siglo XIX… Ahora ya no oculto nada de eso. Ya no tengo miedo. No me gustan los cambios, me ponen nervioso. Pero la asociación me ha ayudado a darme a conocer también fuera, he ido varias veces a otras islas, he participado en exposiciones, etcétera”.


¿Qué técnica emplea en sus dibujos?
“La línea clara. Rotuladores, lápiz, goma y ya está. No uso plumillas ni nada de eso. Tampoco el color, prefiero el blanco y negro. Todo lo hago a mano. No utilizo tablet ni nada digital”.


¿Qué leía de pequeño y qué lee ahora?
“Lo más que me gustaba era Mortadelo y Filemón. Luego ya descubrí a Tintín y me fascinaron sus dibujos. Tengo una gran colección de cómics. Debo parar porque ya no sé dónde ponerlos. Ahora Dolmen Editorial está sacando los clásicos europeos y estoy reuniendo los integrales de Fuera Borda. Lo más reciente que he leído son las tiras cómicas de George Herriman, Krazy Kat, un clásico de los años 1916 y 1917. También me gusta leer novelas”.


¿Qué pensó cuando le propusieron publicar sus viñetas en un libro?
“Nunca me lo hubiera imaginado, la verdad. Es algo que simplemente he hecho toda la vida. Yo soy muy crítico con lo que hago. Siempre veo defectos por todos lados. No suelo quedar muy convencido. Entonces, no sé, valoro mucho que la gente reconozca mi trabajo. Además, en este libro he podido crear con total libertad y haciendo lo que más me gusta, que es el humor y la ironía”.

¿Cuáles son sus temas predilectos?
“Los temas de política no me gustan mucho porque lo que hoy es noticia, mañana es agua pasada. Prefiero los problemas de actualidad más permanentes, como el medio ambiente, la cultura o la tecnología. También tengo mis propios personajes”.


¿Por qué ese título tan provocador?
“Cuando buscaba un título con el editor, se me ocurrió este medio en broma. No pensaba que lo fueran a coger porque era un poco fuerte. Creo que encaja bien por cómo está el mundo, con todo lo que está pasando. Con tanta guerra, con tanta inteligencia artificial, estamos jodidos de verdad. Por eso en las viñetas siempre tiendo a ironizar, para que la gente se pare a reflexionar un poco, aunque sea con humor”.


¿Qué cree que le depara el futuro como artista?
“Quién sabe. A lo mejor hay una segunda parte, no sé. Esto es muy complicado. Yo seguiré dibujando pase lo que pase, eso sí. Estaré contento con lo que venga. De todas formas, yo seguiré en mi habitación haciendo mis dibujos. Lo que tenga que venir no me preocupa”.

Entrevista realizada por Ricardo Marrero Gil

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